Descubrí Mort Cinder hace más de una década en la biblioteca de mi barrio, en la estupenda aunque polémica edición de la colección Trazado de Planeta del 2002 (negros muy saturados sobre papel muy satinado, que impiden contemplar el verdadero despliegue técnico de los originales), atraído por ciertos cantos de sirena que me susurraban que ahí se escondía el verdadero oro del inca, un el Dorado del arte secuencial en poderoso blanco y negro. Y allí se produjo el flechazo, efectivamente. El arte de Breccia. La narración tras Oesterheld. Caí imbuido en su lectura como cae la polilla atrapada por la llama.

Afirmar que ambos autores han sido reconocidos como de los mejores (o los mejores) de la historia en su campo dentro de este medio (Breccia al manejo de la tinta y el blanco y negro, Oesterheld a la historia y los textos) puede en este caso no sonar a discurso pretencioso de lunático (siempre con permiso de los Toth, Frazzetta, Toppi, Moore y tantos otros). ¿Y qué nos garantiza la unión de estos dos talentos de la naturaleza en pleno cénit de su arte? Pues algo como el volumen que tienes delante: una obra cumbre y seminal del comic adulto universal. El cénit artístico de esta pareja de creadores sin igual.

La tienda de antigüedades - Mort en plena acción
La tienda de antigüedades – Mort en plena acción

La obra echa a andar en 1962, publicada en el número 714 de la revista ‘Misterix‘, en la lejana Argentina, y su vida se prolongaría durante un par de años. Durante su desarrollo sufrió diversos cambios en la publicación y en su formato, alternando historias desplegadas tanto en formato vertical como en formato apaisado.

Este comic cuenta las visicitudes de un vetusto y tranquilo anticuario londinense, Ezra Winston (un trasunto, por cierto, del mismo Breccia, ya que se basó en su propia imagen para desarrollar al personaje), el cual ve cruzada su anodina vida en cierto momento y por azar con la del otro misterioso protagonista, Mort Cinder, el ‘hombre de las mil y una muertes’, el ‘hombre eterno’ o ‘el hombre que nunca muere’: un hombre normal, un tipo corriente (incluso diriamos que negativo, porque se le muestra en ocasiones de asesino o presidiario), del cual no sabemos nada, ni llegaremos a saber nunca cómos ni por qués, poseedor del misterioso y milagroso don de resucitar una y otra vez, y siempre con el mismo aspecto. Es una especie de inmortal, un hombre que por circunstancias ha sido testigo directo de algunos de los más épicos y trascendentes episodios de la historia de la humanidad, y de muchos otros también, totalmente mundanos, cotidianos y secundarios.

Los protagonistas, Ezra y Mort
Los protagonistas, Ezra y Mort

El arranque de los diferentes arcos argumentales se inicia siempre con algún acontecimiento o pretexto intrascendente, pero que activa el resorte que hace que los eventos echen a rodar, y lo más frecuente aquí es que Mort sea quien relate una de sus vivencias pasadas a Ezra. Las historias por tanto nos sitúan de inicio a Mort, y a veces a ambos protagonistas, acuartelados a mediados del s.XX, en la tienda de Ezra. Y desde ahí, nos iremos asomando y viéndoles, por ejemplo, hollar con sus pies el frío barro de las trincheras aliadas en los campos de la 1ª Guerra Mundial; les veremos ayudando a levantar con sus desnudas manos los muros de la mítica torre de Babel; en un recóndito presidio de alta seguridad de la América profunda de los viejos años 20 o en el mismo Perú más esotérico de la época de los conquistadores. Viajaremos a bordo de un barco negrero del s. XIX, a una tumba del antiguo Egipto faraónico, o incluso veremos al enigmático Mort dejándose la piel y los huesos luchando codo a codo como uno más de los valientes espartanos de Leónidas en las Termópilas.

Del arte de Breccia en esta obra, cuentan que fue el mismo Hugo Pratt el que le metió caña de la buena, picándole en el orgullo para que espabilase y empezara a crear de una vez con la calidad que de verdad le suponía. Y hay que evidenciar que desde luego, se aplicó duro en ello, ya que aquí nos despliega toda su maestría a través de un inagotable saco de recursos gráficos, experimentando con el medio hasta el infinito y llevando la propuesta gráfica a un ámbito incluso cercano al expresionismo pictórico.

Ejemplo de recursos gráficos
Ejemplo de recursos gráficos
Ejemplo de recursos gráficos
Ejemplo de recursos gráficos

Breccia da rienda suelta a un torrente de plasticidad desbocada mediante el uso y la búsqueda interminable de recursos técnicos diferentes y arriesgados: raspados, estarcidos, esgrafiados, soplados, salpicados, frotados, tramados, empastados, cepillados, estampados, lavados, esponjas por aquí, pinceles por allá, en una experimentación constante. ¡Y está todo aquí! Este es un volumen que sirve como compendio de cómo se trabaja y estudia la luz y el material para generar efectos de claroscuro dramáticos, expresivos, efectistas o incluso tenebristas en un comic. Uno diría de Breccia que es quizás una especie de moderno Caravaggio de las viñetas.

Con todo ello consigue brillantemente el fin último de generar, atrapar e introducir al lector en la atmósfera tan peculiar en la que se desenvuelven estas historias. Duras. Frías. Hoscas. Rudas. Oscuras, por encima de lo demás. El aporte del dibujo hace llevar más allá al lector en las ensoñaciones propuestas por el propio Oesterheld. Es un proceso sinérgico cuyo resultado es ese milagro pocas veces encontrado en que la suma de los elementos es mucho mayor que la unión simple de sus partes individuales. Y eso hace de Mort Cinder un objeto ineludible de estudio y análisis para artistas e interesados en general en este tan querido noveno arte nuestro.

El estudio de la luz al servicio del desarrollo expresivo es un pilar
El estudio de la luz al servicio del desarrollo expresivo es un pilar

No todo es oro en este comic, sin embargo. La lectura en horizontal de una parte del mismo (reproducida tal y como salió esta parte de la edición original, en formato apasisado) se hace bastante farragosa. Por otro lado, hay viñetas o secuencias enteras casi, en que notas las prisas de los autores por entregar o resolver el trabajo, diríase en el caso de Breccia, que pasado incluso de rosca, por el punto tosco o abstracto. Tampoco te explicas cómo hay esa diferencia tan grande respecto a la extensión entre unas historias y otras; no hay homogeneidad estructural en esta recopilación, si se mira globalmente. Revisionado con los años, te das cuenta al instante de que estás frente a una obra con ese tono a antiguo, a clasicazo pasado quizás de sabor. Aunque por otro lado no es descabellado afirmar de la misma manera, que es una obra igualmente adelantada a su tiempo.

Cuando acabas de leerlo, sin embargo -y esto es lo más importante en cualquier obra, a mi entender-, te quedas con la sensación de -‘¿Ya…? ¡No puede ser! ¡¡Quiero más de esto!!’- El cuerpo te pide más. Más Ezra. Más Mort. Más aventuras temporales. Te deja intuyendo no, sabiendo, que indudablemente ahí detrás hay mucho más, y lamentas que las correrías de estos personajes no llegaran más lejos. Quieres saber más de Ezra, pero sobre todo, más de Mort: que le relate a su socio quizás cómo fue ser un mercader en la lejana Samarkanda, o cómo ayudó a rechazar a las huestes hunas de Atila en los Campos Cataláunicos. Quizás, por qué no, ya puestos a imaginar, qué ocurrió de verdad en la ensoñada corte de Camelot. La tragedia que rodeó la ‘desaparición’ a la que sometieron a Oesterheld en aquel régimen dictatorial en que vivió sus últimos años, nos privó quizás de soñar con esa hermosa posibilidad. (Breccia le sobrevivió 15 años, que igual habrían podido dar para mucho, no lo olvidemos).

Uno de los múltiples ejemplos de efectismo y contraste luminoso
Uno de los múltiples ejemplos de efectismo y contraste luminoso

No muy bien recibido ni valorado en su época, hoy día más estudiado y revisionado, Mort Cinder es considerado por derecho propio un auténtico comic de culto. Los Miller, Sienkiewicz, McKean y tantos maestros posteriores de turno son deudores directos y admiradores confesos de esta brillante obra, y la aprovecharían bien, recogiendo sabia y provechosamente para ellos los frutos de tan magnífica siembra primigenia. Esta obra misma ha sido recauchutada en diversas ocasiones, algunas como por ejemplo sin ir más lejos, el Viajero de Gris, de Carlos Trillo y el propio Alberto Breccia, tan similar en la premisa de fondo a este Mort.

Después de leerlo, pasé años en busca y captura de un tomo para comprarlo, pero se hallaba desaparecido de la faz de la Tierra. Agotadísimo. Inencontrable. A veces llegué a sentirme dentro de una metahistoria un tanto bizarra: alguien que rebusca en tiendas de viejo en busca de una rara reliquia que es a su vez, una obra sobre una tienda de un viejo anticuario que busca raras reliquias. Nótese la fina ironía. Aunque se obró el milagro y al final lo encontré. En una tienda; como si fuera una especie de Mort resucitado a partir de motas de polvo de alguna estantería perdida, y expresamente colocado allí para ojos de anticuario avizores como los míos. Os dejo imaginar mi sonrisa aquella tarde.

Mort Cinder ya era Sin City 30 años antes de esta
Mort Cinder ya era Sin City 30 años antes de esta

Pero hoy estáis de enhorabuena. La buena gente de Astiberri acaba de sacar una nueva edición de lujo a la altura, con un auténtico festival de amor, respeto y afán por rescatar y mantener la calidad de los originales del maestro Breccia digna del mayor de los elogios. Una (dicen las buenas lenguas que entienden de esto) joya editorial en la que el planteamiento y la apuesta ha sido esta vez recuperar de la mejor de las maneras posibles toda la gama de matices, texturas y grises intermedios del autor. Imagino que, por lo que he leído, con gran acierto.

Así que tienes ahora mismo el pastel recién sacado del horno y con el mejor horneado posible, amigo mío. Si el comic en glorioso blanco y negro no te asusta, y todavía no lo has leído… ¿Qué haces aquí perdiendo unos segundos preciosos, cuando podrías estar paladeando este caviar, este dulce néctar de ambrosía en formato de viñetas? ¡¡Sal de inmediato ahora mismo a buscarlo, insensato!!