Esta historia se desarrolla en localizaciones exteriores casi en su totalidad, parajes siempre nevados ilustrados de manera fantástica por Philippe Xavier que son, sin duda, el principal atractivo a la hora de asomarse por primera vez a Invierno 1709. Las ilustraciones de paisajes cubiertos de nieve siempre han ejercido una extraña e inevitable atracción hacia cualquier incauta mirada (no tanto, supongo, allá por el norte europeo y asiático) y, en el caso de este cómic el trabajo del entorno está muy cuidado, incluso más cuidado que el de los personajes que se mueven por él.

Ejemplo de cómo cambia el color según de las horas de luz
Ejemplo de cómo cambia el color según de las horas de luz

Xavier, que saltó a la fama de la mano del ilustre guionista Jean Dufaux gracias a Cruzada (2014), nos muestra de nuevo el preciosismo de su dibujo y el gusto por el detalle. Y, sin embargo, es en la ilustración de ambientes donde más destaca en esta obra. La nieve es el elemento principal de cada viñeta y el juego de color que nos propone para señalar el paso del tiempo me parece efectivo y genial. Durante las horas de sol, el blanco se mezcla con tonos azulados, grises para el atardecer y, durante la noche, el blanco se transforma en gris claro y los grises en grises más oscuros. Todo un juego de gamas apoyado en unos cielos coloreados de manera soberbia por Jean Jacques Chagnaud, un contrastado especialista en la materia.

La maestría de los paisajes de la mano de Chagnaud y Xavier
La maestría de los paisajes de la mano de Chagnaud y Xavier

Este virtuosismo en el paisaje, por desgracia, eclipsa a las ilustraciones de los personajes (muy numerosos) que, si bien son correctas, e incluso más que correctas en algunos casos, no consiguen que apartemos la vista ni por un momento de los fondos que se esconden detrás. Xavier apuesta por retratos muy detallados, lo que paradójicamente provoca en muchos casos la pérdida de expresión en los mismos y cierta confusión a la hora de identificarlos. Es posible que el lector deba en más de una ocasión pasar páginas hacia atrás para comprobar si un supuesto nuevo personaje es nuevo o ya apareció con anterioridad. Esto resulta un problema a la hora de la inmersión en la historia (Aquí recomiendo volver a recrearse en alguna viñeta con paisaje nevado para introducirse otra vez en la aventura).

El punto de partida de la historia de Invierno 1709 es muy acertado, la propia ambientación histórica en la que se nos sitúa al principio es el propio motor que hace girar la rueda de la aventura. Es tan sólido su planteamiento que me descubrí poco después buscando información sobre los inviernos más duros en Europa y, efectivamente, ese invierno de 1709 ha pasado a la historia como uno de los más crudos. En Inglaterra lo conocen como “The great frost” (‘La gran helada’) y en Francia los historiadores lo bautizaron como “Le grand hiver” (‘El gran invierno’). Pocos días después de principio de año, las temperaturas se desplomaron casi una veintena de grados y el frío se mantuvo durante bastante tiempo, en algunos lugares de Europa incluso hasta tres meses. Peces congelados en los ríos, cultivos destruidos, árboles que estallan por el peso de la nieve, la caza inerte y enterrada bajo kilos de agua congelada. Nos podemos imaginar fácilmente el entorno terrible y hostil que nos plantean los autores de Invierno 1709: escasez y frío.

Ejemplo de color usado por Philippe Xavier
Detalle de color usado por Philippe Xavier

Y este punto de partida nos sumerge casi sin darnos cuenta en los inmensos mares de nieve de la campiña francesa, nos monta a lomos de ese corcel que cabalga con dificultad sobre el piso blanco en esa primera escena que nos presenta el cómic de manera magistral, un prólogo que bien puede ser uno de los más brillantes ejercicios narrativos de Invierno 1709. Es aquí, donde tanto guionista como ilustrador, demuestran una gran destreza jugando con los planos generales y los planos detalle, combinándolos de manera soberbia para dotar de gran realismo y credibilidad la acción en esta escena inicial.

Historia y dibujo van de más a menos en este comic
El atractivo de esta obra está en el planteamiento gráfico y narrativo inicial
El atractivo de esta obra redide en la misión del protagonista, Loys Rohan
Ejemplo de planificación con viñetas

La historia después de esto avanzará de manera algo irregular, movida por la misión oficial del protagonista y su misión personal. Sin embargo, el dibujo de los personajes (el diseño sin lápices, me refiero) no se encuentra entre los aciertos de este cómic y, página a página, sus motivaciones irán perdiendo fuerza para el lector y ni el deseo de venganza ni la urgencia temporal de la misión serán suficientes para mantener el interés en la historia. Al final, resulta mucho más interesante el trasfondo histórico de la trama que la propia trama en sí misma. Probablemente porque las aventuras que se van narrando olvidan el entorno hostil y atractivo que se nos había presentado y se van sucediendo una tras otra alejándose de él hasta abandonarlo por completo, a pesar de que la nieve sigue rodeando a los personajes hasta la penúltima página de Invierno 1709.

Ejemplos de página de Invierno 1709
El paso de las horas gracias a un maravilloso juego cromático

En lo que respecta a la edición, Norma Editorial nos presenta un tomo único de algo más de 100 páginas con la historia dividida en dos capítulos, en una edición de gran calidad. Como anécdota, podemos destacar la espectacularidad de la ilustración de las guardas, más cercano sin embargo al estilo de dibujantes como Antonio Hernández Palacios que al propio Philippe Xavier.

La ilustración de las guardas de esta edición es espectacular
La ilustración de las guardas de esta edición es espectacular

Curiosamente, a mi modo de ver, el mayor mal de este cómic es que el fondo supera al primer plano, tanto en la ilustración como en el guion. No obstante, las virtudes de esta obra son también numerosas y merecedoras de ser visitadas: el juego cromático de los ambientes, el planteamiento histórico del gran invierno y el acierto narrativo en la composición de planos. Suficiente valor para seguir de cerca las andanzas de Xavier y Sergeef, autores de esta obra que enamora en su inicio y que se va apagando poco a poco, quizás por el peso de la nevada.