A finales de 1992, el mundo entero se conmocionó con la muerte del Hombre de Acero, una noticia que hizo salir a los cómics del apacible nicho que ocupaban, a la atención del público en general. En aquellos días previos a los albores del internet, los periódicos, la televisión, y aun la radio, comenzaron a dedicar su atención a este medio; que desde la super producción del Batman de Tim Burton (tres años antes) había logrado desprenderse del halo infantil con el que el gran público lo asociaba. Si aún hay alguien que dude la importancia de ese año en la historia del arte secuencial norteamericano, voy a permitirme recordarle que fue el año en que se fundó Image Comics, casa editorial de algunas de las estrellas más reconocidas del medio en ese momento.

En ese año, Marvel y DC tenían la mayor parte del pastel del mercado en sus platos, sin embargo y a raíz de sus licencias cinematográficas, un caballo negro los seguía no tan a la distancia: se trataba de la editorial Dark Horse, la cual poseía los derechos de “Predator” y “ALIENS” y acababa de publicar el exitoso crossover entre ambas criaturas. Para quienes ya estábamos algo cansados de X-Men y Avengers, y deseábamos acceder a otras historias, aquel año fue una auténtica bocanada de aire fresco, y quien escribe estas líneas, le dijo adiós a las capas y mallas como principal lectura en viñetas, y le dio la bienvenida al terror y la ciencia ficción que Dark Horse ofrecía a páginas llenas.

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Ya que me estoy poniendo nostálgico, me voy a permitir recordar que en el puerto donde yo viví de joven, no teníamos una tienda de cómics, sino que un amigo los mandaba pedir a la frontera. Para levantar pedido, debíamos consultar una revista llamada “Previews” en la que la distribuidora Diamond catalogaba los títulos y sus fechas de publicación, de modo que no solo podíamos ver las novedades de las editoriales conocidas, sino acceder a material promocional extra. Fue en enero de 1993 cuando el nombre de un dibujante y escritor legendario de Marvel apareció: se trataba del veterano John Byrne, y el título del cómic: “ALIENS: EARTH ANGEL”, que sería publicado a lo largo de un año en esa revista.

Si creen que hemos retrocedido mucho en el tiempo, agárrense porque Byrne va a accionar la palanca de la Máquina del tiempo y vamos a ir más atrás.

John Byrne nació en 1950, así que durante su infancia y juventud creció viendo películas de serie B (como cualquier muchacho norteamericano aficionado al género fantástico) y es en este cómic, escrito, dibujado y entintado por él, en donde Dark Horse le dio carta blanca para tomar a nuestro xenomorfo favorito y contar con él una historia de 24 páginas.

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Estamos en algún momento de la década de los 50’s: la carrera espacial y la paranoia comunista alimentan el morbo y el temor de los norteamericanos. En algún remoto condado rural de aquel país, Matt y Lou Ann vieron caer algo detrás de una colina, y justo detrás de ella, lo que encuentran no es un avión, sino un platillo volador. Haciendo lo que cualquier joven imprudente del cine B haría, los dos entran a la nave antes de que el fuego la consuma y sacan a su tripulante, un enorme ser humanoide envuelto en una armadura. Al retirar el casco encuentran que su rostro es bastante extraño para ellos, pero muy familiar para nosotros, ya que un abrazacaras nos indica que aquel visitante de las estrellas ya está infectado por una larva de xenomrfo. Los chicos llevan al alienígena al consultorio de Dan, el doctor del pueblo, quien remueve el cuerpo muerto del abrazacaras y decide llamar a Washington para notificar el descubrimiento. Pero no le da tiempo de hacerlo: en medio de dolorosos espasmos y un compartido horror universal, el pecho del alienígena de prominentes lóbulos parietales se abre, y surge un revientapechos en todo su glorioso gore.

La escena corta y vemos uno de esos típicos dinners norteamericanos, con su mesera coqueta, una rockola y una típica banda de motociclistas enfundados en cuero, quienes disfrutan de hamburguesas, música doo-wop y cervezas. Mickey decide salir al bosque, completamente solo, a orinar apaciblemente, cuando un xenomorfo adulto lo sorprende, en la mejor tradición slasher del cine. Pronto sus compinches, al salir a buscarlo, tendrán la misma suerte.

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El doctor Dan está de regreso en su casa, urgiendo a su esposa embarazada y a su hija Ally para que hagan maletas, sin darles explicaciones, ya que será mejor que en su estado no sepa los detalles de la historia. Suben al auto y cruzando frente al dinner donde estaban los motociclistas, no pueden evitar embestir a nuestro monstruo favorito, quien entra por el parabrisas en una lluvia de cristales y a causa de su herida corrosiva y el encendedor, termina por hacer estallar el auto, no sin que antes Dan y su familia logren escapar por los pelos, solo para caer en medio de un montón de huevos de xenomorfo y ser rodeados por la pandilla de motociclistas, quienes custodian a uno de sus miembros que ya está infectado por un abrazacaras. Las cosas se ponen calientes cuando Dan intenta prenderle fuego al nido, y otro revientapechos aparece, precipitando la acción e iniciando un incendio en el bosque.

Si eres un fan purista de los cómics de ALIENS estarás tal vez de acuerdo conmigo que la interpretación de Byrne fue demasiado libre. La historia ocurre de forma muy acelerada, y a cada dos páginas nos espera una sorpresa o cliffhanger, esto debido a la necesidad de mantener la atención de los lectores que cada mes solo podían leer dos páginas, y que tal vez ya recopilado, se sienta como una película de tres horas editada para durar una, o que la cinta siguió corriendo durante los comerciales. Al reencontrarme con este cómic 25 años más tarde, me fue inevitable recordar aquella trillada frase que dice “recordar es volver a vivir”.

Dibujo original de John Byrne. Aliens: Earth Angel, Pág. 6
Dibujo original de John Byrne. Aliens: Earth Angel, Pág. 6